sábado, 5 de noviembre de 2011

El Maupiti Express

Maupiti, Polinesia Francesa. Dos días a la semana, jueves y sábado, tiene lugar en la isla un evento que produce una especie de excitación colectiva: llega (y se va 8 horas más tarde) el Maupiti Express, una pequeña embarcación que a modo de ferry conecta en dos horas Maupiti con Bora Bora.
 
Además de turistas de Bora que vienen a pasar aquí el día y gente local que se desplaza de isla, el Maupiti Express trae provisiones, desde enseres hasta la preciada Hinano (la cerveza local), por lo que aunque fuera tan solo por eso último, se trata de un acontecimiento muy esperado por todos. También se lleva toneladas de sandías en cada viaje, el producto principal de la isla.

Hoy el servicio meteorológico ha declarado alerta naranja: fuera hay temporal y las olas en la passe son altas. Como toda embarcación que entra en el lagon, el Maupiti Express debe superar esa pesadilla que, aunque dura tan solo unos segundos, no resulta nada divertida con mal tiempo. De hecho, cuando hay olas como hoy, el barco espera el momento adecuado, pilla una ola y entra en el lagon haciendo surf. Si ya generalmente ésta es una travesía movida, con mala mar ni te cuento. Hay tres marineros en el barco que no paran nunca de ir y venir con una palangana: no es extraño pues que aquí al susodicho navío se le conozca también como el Vomiti Express.

Mucha gente acude al muelle, frente la gran roca, para alquilar bicicletas, ofrecer alojamiento, recoger mercancía, o simplemente curiosear y ver quién visita la isla.



Los muy ancianos recuerdan cómo hace 6 décadas, el Manuïa (que era el Maupiti Express de entonces) fue invadido por tres enormes olas en la temida passe, estrellándolo contra el arrecife y provocando la muerte de 17 pasajeros.

En su obra Maupiti: Récit d’une discrète parente de Tahiti (de Les Editions du Pacifique, 1995) Claude Ener, que pasó aquí una temporada en los años 50, nos relata el episodio. Os traduzco un trozo lo mejor que puedo:

Estaban atravesando la passe, cuando una brutal ola golpeó al Manuïa por el lado. A toda velocidad, Pierrot giró el timón para hacerle frente, pero una segunda ola, añadiéndose a la primera, levantó la popa del barco. La hélice fuera del agua enloquecía agitando el aire mientras que el timón giraba en el vacío. Fue entonces cuando una tercera ola, aún más fuerte y que parecía venir de la profundidad, vino a romper debajo la quilla del barco en el momento en que iba a retomar contacto con el agua.

Todo pasó en unos segundos. Colgado en la cresta de la ola, vacío de pasajeros, el Manuïa fue lanzado al arrecife. Los gritos y los nombres se perdieron en el tumulto de las olas. Los hombres arrojados al coral, buceaban en los torbellinos, traían los cuerpos sin vida y volvían a bucear. Pierrot aturdido y cubierto de sangre, fue salvado por dos pasajeros.
.....
Durante horas las seis piraguas (que habían llegado del interior para socorrerlos) patrullaron a lo largo del arrecife. Recogieron una mujer agotada que sabía nadar. Nueve cuerpos sin vida fueron recuperados. Pero cuando hicieron el recuento, faltaban ocho pasajeros, de los cuales tres eran niños pequeños. Seguramente fueron arrastrados por la resaca, aspirados y hechos prisioneros por la corola multicolor del arrecife de coral.

La pequeña isla había sufrido su primer gran protagonismo. La Polinesia se volcó de piedad. El nombre de Maupiti estuvo en todas las bocas.

Sesenta años más tarde, en el muelle, sus descendientes lejanos parecían hoy recordar la tragedia con su mirada triste dirigida a la passe.



No hay comentarios:

Publicar un comentario