domingo, 6 de noviembre de 2011

La perla negra de Tahiti

Maupiti, Polinesia Francesa. La perla negra constituye otro de los grandes símbolos de la Polinesia. Parece ser que ya era conocida desde tiempos remotos por sus habitantes, que utilizaban el nácar de la ostra Pinctada margaritifera con fines decorativos y en la fabricación de armas. Pero muy de vez en cuando, el afortunado colector era recompensado por los dioses con un maravilloso regalo: una perla negra en su interior. Eso ocurría una vez cada 15.000 ostras.

No fue hasta 1960 que el francés Jean-Marie Domard importó del Japón el proceso de cultivo de la perla a la Polinesia francesa. En 1961 cultivó 5.000 ostras en el atolón Hikueru de las Tuamotu, que tres años después producían más de mil perlas. La cosa prosperó, y mucho: en 2005 el país producía ya 5 toneladas. Este año 2011 se celebra el cincuentenario de la perla de Tahiti.

El proceso de obtención de una perla negra de calidad es caprichoso, lento y costoso. Por de pronto no todas las islas ofrecen las condiciones adecuadas para su crecimiento. Hace falta una combinación precisa de salinidad, temperatura, profundidad, escasez de fitoplancton, aguas calmadas, que el lagon tenga al menos un passe, que la naturaleza del fondo sea adecuada...y podríamos seguir. Así, solo algunos atolones de las Tuamotu, el archipiélago de las Gambier y la isla de Huahine producen perlas de calidad. El resto lo ha intentado sin éxito.

De todas las perlas negras de Tahiti, sin lugar a dudas, la más preciada es la del archipiélago de las Gambier (Mangareva), al sureste de las Tuamotu. Su color, brillo y perfección es simplemente una maravilla de la naturaleza. Una vez has visto una perla de Gambier ya no te gusta ninguna más.

El año pasado tuve la ocasión de visitar este remoto lugar, de aguas azules y montes verdes, a más de 1.600 km y 4h de vuelo de Papeete. Allí me alojé en la pension Maro’i de Achilles y su familia. El padrastro de Achilles, como muchos otros mangarevianos, es dueño de una granja perlera. Un día le pedí que me la enseñara. Cogimos el jeep y me llevó al otro extremo de Mangareva, a una bahía apartada. Tras recorrer un ponton que parecía no tener final, nos esperaba su pequeño hermanastro, de apenas 8 años, que nos había venido a buscar con una lancha. La cara de ese niño radiaba una infinita felicidad.






En la granja, Achilles me dio una clase in situ que me vino “de perlas”. El proceso de obtención de una perla lleva más de 4 años de duro trabajo. Por de pronto hay que producir las huevas, tarea que generalmente corre a cargo de un especialista, no del perlicultor. El primer trabajo de este último consiste en hacer crecer las huevas hasta la madurez en celdas submarinas individuales, dispuestas a modo de red en zonas bien seleccionadas del lagon. Durante el año siguiente serán cuidadas por los buceadores de la granja, que las limpiarán periódicamente de algas y parásitos.

Transcurrido este período de crecimiento llega el momento de “pasar por el quirófano”. Así como una perla natural es el resultado de un mecanismo de defensa de la ostra frente a un elemento extraño (normalmente un grano de arena que se ha colado de manera natural), hoy la introducción del elemento extraño la lleva a cabo un chino, pues solo ellos parecen conocer la técnica. Se trata de una esferita (o núcleo) hecha de un material procedente de la cáscara de un caracol del Mississipi. El diámetro de ese núcleo oscila entre 4 y 12 mm según el tamaño de la perla que se busque.

El "cirujano" abre ligeramente la ostra con la ayuda de un forceps, realiza una pequeña incisión en las gónadas del bivalvo con un bisturí, e introduce dos elementos: el núcleo, y un injerto de tejido liso productor de nácar de otra ostra seleccionada (la donante) que determinará el color y los reflejos de la nueva perla.

En la granja de Achilles, el cirujano Kaka prepara los injertos para introducirlos en las ostras.





A partir de este momento, se vuelve a sumergir la ostra en su celda individual y se espera tres años a que construya la perla alrededor del núcleo.

Las ostras que han producido las perlas más bonitas son injertadas de nuevo, esta vez con un núcleo mayor. Una buena ostra puede producir hasta 3 o 4 perlas.

En resumen, de 200 huevas, 100 llegan a ser injertadas, de las cuales solo 30 producirán una perla oficialmente vendible (es decir, de más de 0.8 mm de espesor de nácar), y de esas 30, solo 3 serán muy bonitas o perfectas. Mucho trabajo para pocas perlas. Por eso son tan caras.

Toda la producción perlífera de las Gambier se va directamente al Japón. Ni siquiera pasa por Papeete, y allí, en las Gambier, no hay ni una sola tienda donde adquirirlas. Paradójicamente, si uno quiere comprar perlas de Gambier tiene que ir al Japón a buscarlas. Bueno, esto es la teoría...confieso que yo me vine con unas cuantas.

Abajo, granja perlífera en las Gambier. Más abajo, los colores de su lagon son de los más bellos de toda la Polinesia, quizás por eso produzcan perlas tan bonitas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario