lunes, 9 de abril de 2012

En la cabaña de Jansen y Johansen


Isla Jackson, Tierra de Francisco José,
Rusia. Estamos anclados frente la isla de Jackson. La temperatura del agua ha descendido a 3.8ºC. Hay que estar al tanto, pues puede seguir bajando y no queremos quedar atrapados entre el hielo. Hace mal tiempo y sopla viento, con lo que deberemos esperar a mañana para intentar el desembarco.

La isla de Jackson tiene un interés especial. Este mes hace exactamente 100 años que los exploradores noruegos Nansen y Johansen tuvieron que pasar el invierno aquí tras su intento fallido de llegar al polo norte, en verano de 1885.

La expedición de Fritjof Nansen podría haber sido toda una hazaña. Pero se quedó en el intento. Aún así es digna de contar: Nansen quería abordar el polo norte “dejándose llevar”. Sabía que los restos de un buque aplastado por el hielo en Siberia en 1891, el Jeannette de deLong, habían sido encontrados tres años después en Groenlandia. Es decir, el hielo ártico los había llevado hasta allí, pasando por, o muy cerca de, el Polo Norte. Pues ya está -pensó- me presento con mi barco en verano en la costa donde naufragó ese barco, espero que llegue el invierno y se hiele el mar, y me dejo transportar tranquilamente por el hielo hacia Groenlandia, y, para cuando vea que paso por el Polo Norte, me apeo y planto la bandera noruega.

Ingenioso ¿no? Así que Nansen y 12 tripulantes más se embarcaron en 1893 en el Fram, navegaron hasta las costas de Nueva Siberia y esperaron a que llegase el invierno. Al cabo de dos años atrapados en el hielo, realmente se habían desplazado hacia el NE, aunque más lentamente de lo esperado. Hartos de tanto zigzagueo, el 14 de marzo de 1895, Nansen consideró que había llegado el momento de hacer algo. Entonces él y Johansen abandonaron el Fram y se dirigieron en trineo dirección al Polo Norte. Pero por desgracia, tras un penoso mes de marcha abarrotada de problemas se dieron cuenta de que el hielo los desplazaba hacia al sur más rápidamente de lo que ellos avanzaban hacia el norte. Cuando habían alcanzado los 86º 13’ de latitud norte (de por sí ya un récord) claudicaron y decidieron poner rumbo hacia el sur: era imposible continuar.

Tras un viaje epopéyico finalmente avistaron tierra a finales de Julio de ese año, 4 meses después de abandonar el Fram. No sabían dónde estaban. Luego averiguaron que era la isla Rudolph, en la Tierra de Francisco-José. Prosiguieron dirección sur y finalmente en agosto encontraron un lugar donde construir una cabaña para pasar el invierno, pues ya era imposible intentar alcanzar la civilización ese mismo año. Y ese lugar está aquí escondido, entre musgos y piedras, en la isla de Jackson, frente a nosotros. Y lo vamos a visitar ahora, cien años después.

Ronnie, nuestro líder, busca con sus prismáticos desde el puente del Profesor Molchanov. “Allí -grita entusiasmado- ya lo tengo”. Pero no es hasta la mañana siguiente que intentaremos desembarcar pues hoy es tarde y hace mucho viento.

Al día siguiente el viento ha amainado. El cielo está encapotado y hay niebla. Nos montamos en las zodiacs, nos equipamos con todo lo que disponemos contra el frío y desembarcamos. Y allí estaban los restos de la cabaña de Nansen y Johansen, con el tronco de pino que había sostenido su techo de tela durante 8 meses, tal como Nansen describía en su diario. Durante mucho tiempo los arqueólogos intentaron localizar estos restos, pero no fue hasta 1992, hace 3 años, que una señora noruega dio con ellos. El año pasado (1994) se colocó una placa conmemorativa y nosotros somos, probablemente, los terceros o cuartos que visitamos el lugar.

Tras un siglo de soledad, el lugar conserva todo su misterio: todavía están los huesos de los osos polares y morsas que sirvieron de alimento a los dos exploradores, esparcidos por los alrededores. Un trozo de alambre enrollado a una llave. Trocitos de madera aquí y allí. Una cacerola. Increíble.

Tras un invierno frío y solitario, el sol volvió a salir para Nansen y Johansen en Febrero de 1896. Recogieron sus enseres y se pusieron rumbo hacia el sur en kayac. Cuatro meses después, cuando estaban en la isla de Northbrook, la más meridional, escucharon unos ladridos. ¿ladridos? ¡Un perro no puede vivir solo en estos lugares! ¡Tenía que haber alguien! ¡Por fin! 

Nansen buscó, y buscó, y por fin vio a un hombre, que reconoció enseguida: era Frederik Jackson, un explorador escocés que estuvo a punto de ir en el Fram. Pero el escocés no pudo reconocerlo, tal era el aspecto haraposo y con la piel negra de hollín de nuestro héroe. Jackson le informó de dónde estaban. Nansen y Johansen debieron de dar gracias a Dios por el encuentro, pues con sus kayacs nunca podrían haber llegado hasta Svalbard. En cuanto al Fram la tripulación tuvo que pasar un tercer invierno en el ártico antes no llegaron a Noruega, en junio de 1896. No habían conquistado el Polo, pero habían realizado una gran hazaña.

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