domingo, 8 de abril de 2012

La Tierra de Francisco-José

Professor Molchanov, Isla Hooker, Tierra de Francisco José, Rusia. ¡Vaya nochecita de navegación! El campo de hielo ha resultado muy extenso y el barco ha estado topando continuamente contra los témpanos, despertándonos a cada golpe. Pero esta mañana el mar estaba como una balsa de aceite y hemos podido recuperar el tiempo perdido.

El parte meteorológico no puede ser más favorable. Las aguas de nuestro destino, el archipiélago de Francisco-José, están libres de hielo, algo que aparentemente no ocurría hacía años. Todo parece indicar que podremos navegar entre las islas y llegar al punto más al norte, aunque el capitán advierte que la climatología puede cambiar en cuestión de horas.

¿Dónde para eso de la La Tierra de Francisco-José, Franz-Joseph Land, o Zemlya Fransa-Iosifa? Se trata de un archipiélago ruso de 191 islas situado al norte de Siberia, con una superficie total de aproximadamente la mitad de Cataluña. Es también la tierra más septentrional de Eurasia, con una latitud de 82 ºN, a tan sólo 1.000 km del polo norte. Fue descubierta en 1873 por una expedición austro-húngara (de ahí su nombre). El archipiélago está deshabitado, excepto por algún que otro científico ruso que de vez en cuando es destinado a algunas de estas bases científico-meteorológicas.

Llegamos por fin a la primera isla, Hooker. La temperatura fuera es de -2ºC, y estamos anclados en la bahía de Bukhta Tikhaja, frente a la estación meteorológica Sedov. En teoría está abandonada, pero...sorpresa... de una de las cabañas sale humo por la chimenea...¿hay alguien ahí?

Ronnie, el guía, decide botar la zodiac e ir a investigar. Efectivamente, hay personal ruso. Hacemos varios viajes en zodiac hasta la costa. Fuera, los témpanos se mueven a velocidades preocupantes y el cielo está muy cubierto.


De repente un oso polar aparece en escena. Merodea por los alrededores, se sube a un témpano, baja, va y viene, como si estuviera escudriñando cada uno de nuestros movimientos. Mi hermano lleva hoy la cámara y consigue unas buenas fotos (¡gracias Jaume!).

Hasta aquí todo muy bonito, pero advierto que lo que viene puede herir sensibilidades... En un determinado momento, el oso que hace un momento andaba entre témpanos toma tierra, cerca de donde se encontraba el científico ruso. ¡Demasiado cerca! Nosotros estamos todos distribuidos en zodiacs, todavía no hemos llegado a tierra, pero la escena ocurre en nuestras narices. El oso se dirige hacia el científico. El científico le propina un par de gritos para asustarlo, el oso se para un momento, extrañado, pero no se va. El científico retrocede haciendo movimientos bruscos con el rifle para intimidar a la bestia. Pero el oso sigue acercándose y cuando está a 2 m, se levanta para atacar al ruso y hacerle rodajas de un zarpazo. Y de repente...de repente...dos disparos.


Dos terribles disparos abaten al oso. Dos disparos que suenan a terror en medio del silencio ártico, en medio de la nada. En las zodiacs nos quedamos sin respiración. Comienzan los lamentos “noooo... nooo” tristes y desesperados, y alguna chica irrumpe en llanto: nosotros, los supuestos turistas ecológicos, amantes y respetuosos de la naturaleza, habíamos forzado la muerte de un inocente oso polar que vivía feliz y pacíficamente en su medio hasta nuestra llegada. Era el mayor de los contrasentidos. Los más tocados por la tragedia nos fuimos de regreso al barco. Mi hermano Jaume, que estaba en otra zodiac, llega a tierra y toma esta trágica foto:

A la vuelta, me cuenta que han hablado con el científico. Ese oso hacía días que merodeaba por el lugar haciendo la vida imposible al personal. Tenía que ocurrir un día u otro. Cuando te encuentras cara a cara con un oso polar, o lo abates, o te come. Son fieras extremadamente peligrosas, a pesar de su aspecto de peluche. Pero el consuelo no nos cambió el ánimo. Ese día casi nadie habló el resto del día. Fue el peor de los comienzos.

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