domingo, 5 de agosto de 2012

Nuku Hiva, Illes Marquises


Nuku Hiva, Islas Marquesas, Polinesia Francesa. Después de 3 días de navegación por el Pacífico sur, por fin llegamos a destino. La bahía de Taiohae aparece ante nuestros ojos esta mañana al amanecer. La circunda la caldera verde y frondosa del antiguo volcán de Nuku Hiva.

El Aranui atraca en el muelle e inmediatamente después, los pasajeros, ávidos de tocar tierra, descendemos por la pasarela. Nuku Hiva es la más grande de las Marquesas. Junto con Ua Pou y Ua Huka, forma el grupo de islas del norte.


En Taiohae se encuentra la catedral Nôtre Dame des Marquises, un edificio de lo más exótico, sin vidrieras ni contrafuertes, pero con tallas de madera decoradas con flores tropicales.


Al acabar la visita, los todoterrenos nos llevan cuesta arriba, hacia la montaña para disfrutar de la vista de esta hermosa bahía.

Seguimos hacia el paepae (lugar sagrado marquesano equivalente al marae tahitiano) de Tohua Kamuihei, en el norte de la isla. Allí y ante una gigantesca y antiquísima higuera baniana de más de 600 años de edad, un grupo nos deleita con la danza del cerdo.

Al acabar la actuación, oigo cerca un graznido como de cuervo.
 Miro y me encuentro un acompañante de lujo: la paloma de Nuku Hiva (Ducula galeata), una enorme paloma amenazada de extinción que solo vive en esta isla y en ninguna otra parte del planeta. Pero aquí, en el lugar sagrado, parecen reunirse para curiosear qué pasa con tanto barullo de turista.

Tras la visita al lugar sagrado llegamos a Hatiheu, en la costa norte de la isla, un pueblo situado frente a una hermosa playa de arena marrón.

En el restaurante, la patrona nos ha preparado un four tahitien u horno tahitiano, un modo de cocinar el cerdo característico del Pacífico en el que se cuece el animal en una hoquedad bajo tierra con piedras calientes, hojas de bananero, con toda clase de acompañamientos, y mucho tiempo.

Delante del restaurante, unos pescadores regresan del mar en la hermosa playa de Hatiheu con sus picos escarpados como agujas de fondo.

Finalmente, los jeeps nos transportan al valle de Taipivai donde el escritor americano Herman Melville (autor entre otros libros de Moby Dick) vivió un mes entre caníbales y escribió su libro Taipi en 1846.

Por fin, las barges nos devuelven al Aranui que nos espera tranquilo, fondeado en esta idílica bahía.

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