jueves, 31 de mayo de 2012

Le Rocher du Diamant, una roca declarada buque de guerra

Fort-de-France, Martinique. Después de un día entero sin conducir debo seguir mi ruta hasta la capital Fort-de-France, punto final de este periplo antillero.

Siguiendo por la costa sur llego a un lugar de nombre Diamant, denominado así por el islote en forma de piedra preciosa que emerge del mar frente a sus playas. La isla, le Rocher du Diamant, está ubicada en un lugar estratégico para la navegación entre Martinica y Santa Lucía, por lo que tiene su historia particular. 


En 1804 y durante 17 meses, una guarnición de 107 ingleses se hicieron fuertes frente a los franceses, elevando la isla a la categoría de "buque de guerra" con el nombre de HMS Diamond Rock. La fortificaron, colocaron 5 cañones y hasta convirtieron una gruta en hospital. Vivían en cuevas y se alimentaban de cabras y gallinas que habían dispersado por la roca. De vez en cuando llegaban provisiones de Santa Lucía vía marítima. Desde allí acosaban los barcos franceses que se dirigían a Port-de-France.


File:Rocher du Diamant Mayer.jpgHarto de esta historia, en 1805 Napoleón mandó un ejercito de 16 barcos para retomar la roca. La rodearon e impidieron que llegaran provisiones. Al cabo de dos semanas decidieron desembarcar. Los ingleses se quedaron sin munición y sin agua porque un terremoto había roto las cisternas. Tres días después se rendían. Habían perdido sólo 2 hombres, frente a los 50 en el bando francés. Los prisioneros fueron repatriados a Barbados.

Una versión más legendaria dice que los franceses habrían dejado ir a la deriva toneles de ron desde la playa, toneles que cuando llegaron al Diamond Rock fueron rápidamente devorados por los ingleses dejándolos en un estado tan deplorable que los galos tomaron el lugar en un plis-plás.

Cosa curiosa, la Royal Navy considera hoy al HMS Diamond Rock todavía en servicio (!) por lo que los buques británicos deben mostrar sus honores cuando se acercan y su personal saludar firme desde el puente. Cosas de los ingleses.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Un día en el Club Med de Martinica

Sainte-Anne, Martinique. Poco me imaginaba yo que me alojaría alguna vez en un Club Med. Y mira, aquí estoy, en Les Boucaniers de Martinica, rodeado de franceses súper fashion que se pasean por las instalaciones con el cuello de su polo Lacoste levantado, jersey por los hombros, bermudas a cuadros y calzado náutico ¿saes? Osea, el lugar es divino de la muerte, en plan...super cool...¿saes? con ese mega pedrusco de fondo...tan fuerte...
Más o menos esa sería la traducción del francés al pijostellano. Pero debo decir que se respira un ambiente tranquilo, agradable y respetuoso. Durante el día te bañas, buceas, haces un poco de snorkling, lees... en definitiva, te relajas, que después de tanto coche se agradece mogollón.

Al atardecer, durante la puesta de sol, suena el Tannhäuser de Wagner por los altavoces. Se produce una sinergía entre esta música y el paisaje que te transporta a lugares inusitados. ¡Qué bien se lo saben!

Por la noche, la cena es compartida en una gran mesa dispuesta en el porche. Cada unos se sirve su plato y se sienta donde más le apetece. De repente me encuentro cenando entre un par de chicas de doradas cabelleras que parecen conocer todos los Club Meds del planeta: que si el de Bora Bora, que si el de Turks & Caicos, que si el de Bali..."vaya, ¿y no sabéis qué es el Tannhäuser, decís?".

Al acabar la cena, se retira la mesa y el lugar se transforma en una pista de baile. Wagner es substituido por los Bee Gees y la gente se empieza a desmelenar a medida que van fluyendo los litros de etanol, en este caso, en forma de ron martinico.

Al día siguiente, mi cabeza da más vueltas que el malecón.

martes, 29 de mayo de 2012

La costa sur de Martinica

Sainte-Anne, Martinique. Amanece en el pequeño puerto pescador de Le Robert, frente a una de la bahías más bonitas de la isla. Prosigo mi tour-de-l'île dirección sur, bordeando la costa atlántica por la N6. Lo primero que me encuentro es una nueva destilería, l'Habitation Clément.

Homère Clément era un joven mulato martinico de Saint Pierre que se fue a estudiar medicina a Francia. Cuando volvió en 1885 se convirtió en un empresario ilustre al comprar estas tierras y fundar una de las destilerías más famosas de la isla. El lugar vale la pena una visita. 


La vieja mansión, hoy restaurada y amueblada a la antigua, sirvió de nuevo como sede para otra de esas reuniones de jefes de estado, en esta ocasión entre François Mitterrand y George Bush, en la que discutieron sobre la guerra del golfo. Nosotros, los españoles, los llevamos a Doñana y los franceses se los traen a Martinica.

Merodeando por la fantástica habitation, me encuentro de sopetón con un majestuoso caballo negro, silencioso, ávido de caricias.

Prosigo hacia el sur, y me cruzo con otra habitation, la de Malevaut, pero saturado ya de tanta habitation, paso y me dejo tentar por las bellas playas de Macabou y sus aguas verdes. Allí me pego un baño improvisado pues con tanta visita, si me despisto un poco más igual no me baño ningún día en Martinica.
Más al sur, llego al Cap Chevalier, donde los manglares se alternan con las playas. Unas barcas de pescadores ponen la nota de color mientras una mujer limpia la pesca del día.
Se acerca ese momento del día en que uno tiene que pensar dónde va a pasar la noche. Me asomo por Sainte-Anne, una pequeña comuna de este extremo sur de la isla, tranquila pero la más turística de Martinica. Desde allí se divisa una preciosa vista de la costa sur.
Ahora sí, debo buscar un hotel. Saliendo de Sainte-Anne me encuentro con un cartel que pone Club Mediterranée "Les Bucaniers". "Ostras, quizás me merezco una excepción" -pienso en mis adentros improvisando una excusa convincente- "voy a preguntar si hay sitio, total, no va a haber pues es agosto y no tengo reserva". Extrañado de verme entrar sin reserva (debo ser el primer turista que lo hace) un simpático recepcionista francés me dice que sí, que les queda un bungalow libre. "Oye, en la vida hay que probarlo todo y yo nunca he estado en un Club Med: ahora o nunca"

"¡Pues ahora!"

Mañana os cuento.

lunes, 28 de mayo de 2012

Península de La Caravelle

La Caravelle, Martinique. En la costa atlántica de Martinica, un dedo de tierra rocosa irrumpe 12 km mar adentro. Es la península de La Caravelle, donde, entre otras cosas, habita una especie de ave en peligro de extinción: el cuitlacoche pechiblanco (Ramphocinclus brachyurus). Se trata de un pájaro de aspecto vulgar, marrón, parecido a nuestro mirlo pero con el pecho blanco. No tiene nada de especial excepto que sólo subsisten 3.000 individuos en el planeta, repartidos entre esta península (200) y una estrecha franja de Santa Lucía (el resto), y claro, uno no puede resistir el reto de verlo y añadirlo a su world-list personal. Cosas de ornitólogos.
El lugar es hoy en día reserva natural ya que no sólo alberga al mencionado cuitlacoche sino que también acoge a 150 especies vegetales y 77 aves más. Aparte, es una maravilla en cuanto a paisaje se refiere.
Me adentro con el coche y me dirijo hacia el final de la península hasta el Château Dubuc, frente a la majestuosa Baie du Trésor. Por los alrededores del lugar dice que a menudo merodea el cuitlacoche.

El Château Dubuc es un castillo en ruinas construido hacia el 1740 por la familia Dubuc de Rivery. Se trataba de una importante azucarera de la isla, en donde además, se practicaba el contrabandismo y el comercio de esclavos. Hoy sólo quedan vestigios de sus calabozos y alguna que otra pared de la casa del patrón.


Me siento en una de las piedras centenarias, contemplando la preciosa bahía du Trésor, y de repente oigo un "chek-chek-chek" procedente de la vegetación frondosa, que en principio podría ser de cualquier ave, pero algo me dice que no, que se trata del raro cuitlacoche. Me acerco sigilosamente hacia el lugar y... zás...allí estaba moviéndose sin parar, de rama en rama. Eureka, uno más para la lista ¡y de los que cuestan!

No pude hacer ninguna foto, pero aquí os dejo una sacada de internet para que os hagáis una idea. Sí, ya lo sé, el bicho no tiene nada de particular, pero el mundo de las aves es así: ¡la belleza no importa! Contento de mi hazaña, reemprendo el camino de vuelta; está atardeciendo y aún me quedan unos cuantos kilómetros hasta llegar a Le Robert, población donde intentaré encontrar un motelito barato para pasar la noche.

domingo, 27 de mayo de 2012

El Fonds Saint Jacques, sede del mejor ron de Martinica

Le Robert, Martinique. En el año 1659, como recompensa de los servicios prestados durante la guerra contra los Caribes, la viuda del antiguo gobernador Jacques Du Parquet donó a los monjes dominicanos las tierras del Fonds-Saint-Jacques para construir un convento, una iglesia y una azucarera. Algunos años más tarde, cuando el padre Labat desembarcó en Martinica y visitó el convento en 1694, la explotación del lugar era bastante deplorable. Dos años después el dominico tomaba las riendas del proyecto haciéndolo prosperar sensiblemente hasta la revolución francesa, época en la cual el conjunto fue confiscado a los monjes. Entretanto, el bueno de Labat, que además de clérigo era botánico, escritor, explorador, etnógrafo, soldado, ingeniero y terrateniente, había inventado un nuevo alambique de cobre que mejoraba las técnicas de destilación del ron. Tanto es así que hizo de este lugar el centro industrial más avanzado de la isla. 

En 1968 el conjunto fue restaurado por la universidad de Montreal, y en la actualidad el monasterio (foto abajo) se ha convertido en un centro cultural que acoge espectáculos, concierto y exposiciones.

Fruto de todos estos avances, hoy en día el ron martinico es uno de los más apreciados del mundo. Para los que estéis interesado en saber cómo se elabora el ron, aquí en Martinica o en Santo Antao en Cabo Verde, o en cualquier otra parte del mundo, os anexo este "copia-y-pega" de Internet:

El ron es elaborado de la siguiente manera: se tritura la caña de azúcar en el trapiche, que es un molino que permite el prensado de diversos frutos. El líquido resultante se calienta hasta una temperatura próxima al punto de ebullición. Más tarde se enfría, y luego se retiran los sedimentos. Nuevamente se somete el jugo al calor, y se vuelve a enfriar. Resultado de estas operaciones es un jarabe espeso, de color oscuro, casi libre de impurezas. En seguida se procede a centrifugarlo, hasta separar los cristales de azúcar, empleados en la fabricación de edulcorantes. 
Los residuos, después de retirar los azúcares cristalizados, reciben el nombre de melazas. Con ellos, una vez fermentado el jugo y sometido a proceso de destilación, se elabora otra clase de ron, de menor calidad y finura.

Las cañas que fueron prensadas y trituradas reciben el nombre de bagazos, y son utilizadas como combustible, después de haber sido secadas, para calentar los alambiques.

El jugo es fermentado, y posteriormente destilado, en alambiques de olla o de columna, y de este proceso se obtiene un destilado -aguardiente-, el cual puede ser añejado en barricas de roble durante algunos años, o bien comercializado sin envejecimiento, como “ron blanco”.

sábado, 26 de mayo de 2012

El norte Atlántico de Martinica

Le Robert, Martinique. Después de pernoctar en el pequeño pueblo costero de Le Carbet, donde, por cierto, Cristóbal Colón tomó tierra como primer occidental en la isla en 1502, me dirijo de nuevo por la carretera interior hasta las faldas de la Montagne Pelée, el volcán asesino (foto arriba). Allí, en el florecido pueblo de L'Ajoupa-Bouillon, aparco el coche y me adentro a pie por el sendero botánico de Les Ombrages. La vegetación es exuberante, y los riachuelos transcurren cristalinos y caudalosos hacia el valle. Aquí y allá crecen los fabulosos banianos, o banyan trees, un árbol de la familia del ficus presente en todos los trópicos, cuyos troncos y raíces retorcidos son fuente de inspiración para cualquier fotógrafo que se precie.


Siguiendo por la carretera hacia la costa, me encuentro con la primera de las numerosas destilerías antiguas de caña de azúcar y producción de ron de la isla: la Plantation Leyritz.

La historia de Martinica se encuentra fuertemente ligada a la caña de azúcar y a la elaboración del ron. Desde el siglo XVII, la isla fabrica uno de los mejores rones del mundo, el guildive, como lo llamaban los franceses de aquella época. Esta, la Plantation Leyritz fue una de las más importantes destilerías de la isla. Creada en 1700, tenía 8 ha de cultivo, destilería, azucarera, molino de agua, habitaciones de los esclavos y, claro está, la casa del patrón (foto de arriba), donde en 1976 tuvo lugar una reunión entre Giscard d'Estaing y Gerald Ford acerca de la crisis mundial del petróleo, que les llevó a firmar un importante acuerdo seguramente bajo los efectos del precioso destilado.

El tiempo se me echa encima y no sé qué hacer ¿tiro ya para el sur o sigo hacia el norte por la carretera de ida y vuelta hasta el pueblecito costero de Grand-Rivière, rodeado de acantilados? Aplico aquello de "ahora o nunca" y opto por lo último. Allí, como perdido en el fin del mundo, aparece el pequeño pueblo, con sus playas de arena negra y sus barcas de pesca. Desde aquí, los antiguos indios caribes se comunicaban vía marítima con la vecina isla de Dominica. También desde aquí salían despavoridos los disidentes franceses del régimen de Vichy del general Robert durante la segunda guerra mundial, en busca de asilo político en la vecina isla inglesa.

OK, ahora sí: dirección sur por la costa hasta el fabuloso Fond Saint-Jaques...pero esto será mañana.

viernes, 25 de mayo de 2012

Martinica

Saint-Pierre, Martinique. Transcurrido un día completo de navegación, desde Cumberland Bay en San Vicente hasta nuestra ya familiar Marigot Bay en Santa Lucía, el trayecto comienza a oler a final. Al día siguiente visitamos la capital del país, Castries y nos despedimos de la tripulación del Passat. Un taxi nos lleva hasta Mon Repos, en la costa este. Allí organizamos una cena de despedida en el hotel, el Fox Grove Inn.

Pero mi periplo por esta zona del globo no acaba aquí. Al día siguiente cojo un avión para Martinica, alquilo un coche en el aeropuerto y me dedico a explorar la isla de arriba a abajo durante una semana.

Martinica es Francia, igual que París, Marsella o Lyon. No es una colonia o un territorio de ultramar como Polinesia Francesa o Nueva Caledonia. No, esto es Europa, aunque por su aspecto y clima cueste creerlo. El ejemplo más cercano que se me ocurre son las Canarias, que son tan españolas y europeas como Murcia.

En Martinica vive casi medio millón de personas, en una superficie el doble de Ibiza, así que están un poco apretados...bueno, como en Bélgica, pero con más sol. Eso sí, el aspecto de los martinicos es muy diferente a los zoreys, que es como llaman aquí a los franceses de Europa. Un 80% son negros o mulatos, un 15% indios (los coolies) y el 5% restante europeos.

Desde el aeropuerto de la capital Fort-de-France, me dirijo hacia el norte por una carretera que transcurre por el interior hasta Morne-Rouge, el pueblo más elevado de la isla y situado en las faldas de La Montaigne Pelée de 1397 m de altitud. El volcán ha aterrorizado la isla en cuatro ocasiones, especialmente en 1902 cuando una erupción repentina destruyó literalmente Morne Rouge y la población costera de Saint-Pierre, llevándose 26.000 vidas. Precisamente allí, a Saint-Pierre me dirijo.

Situada en una hermosa bahía, Sain-Pierre fue la antigua capital comercial de la isla. Fue fundada en 1635, cuando Belain d'Esnambuc, acompañado de un centenar de colonos, construyó un fuerte. La ciudad prosperó rápidamente hasta el siglo XIX, cuando contaba con más de 30.000 habitantes. Fue una de las ciudades más bellas, más ricas y más refinadas de las todas las Antillas, lo que le valió el sobrenombre de Paris des Petites Antilles. Desgraciadamente, unos años después era arrasada por un río de lava que descendió en menos de un minuto desde el vecino volcán de Montaigne Pelée. La mayoría de monumentos quedó bajo la lava. Algunos, como la Casa de la Bolsa, se volvieron a erigir en 1992:
Otras, como la Eglise du Mouillage, fueron reconstruidos con sus propias ruinas. Detrás, en un pequeño cementerio, descansan en paz los restos de las víctimas.

jueves, 24 de mayo de 2012

Cumberland Bay, San Vicente

Cumberland Bay, Saint Vincent. Como si de un milagro se tratara, mi cámara de fotos ha decidido hoy finalizar la huelga y vuelve a funcionar perfectamente. Por fin puedo volver a mi tarea preferida.

Llevamos 10 días navegando por las aguas de las Antillas menores. Hoy, en nuestro camino de vuelta, fondeamos en Cumberland Bay, nuestro segunda visita a la isla de San Vicente.

Poco después de nuestra llegada a la bahía acude un lugareño, Joseph, en su bote para ofrecernos pescado fresco. Carmen, nuestra cocinera sanvincetina, le compra un par de pescados para la cena.
Cumberland Bay, situada en la costa oeste de San Vicente, es un lugar apacible y calmado, ideal para pernoctar. Al llegar, unos delfines nos dan la bienvenida. Son las 4 de la tarde. Nos pegamos un baño y nos pican las medusas. Comienza el atardecer y unas garcillas bueyeras blancas como la nieve acuden en manada a su dormidero, en medio de la vegetación profunda y verde. Una vez posadas, parecen bolas de algodón en un árbol de Navidad. En la orilla hay una casa blanca destartalada en la que se lee "Stephens's Hideout Beach Bar", un buen lugar para tomar una piña colada esta noche, acompañados del cálido sonido de los steel-drums.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Bequia


Port Elizabeth, Bequia, Grenadines, Saint Vincent. Ayer zarpamos de Union para pasar otro día en los Tobago Cays. El lugar era demasiado bonito para no saborearlo de nuevo antes de abandonar definitivamente la zona. El Passat fondea en esta ocasión entre Petit Bateau y Petit Rameau. Las gaviotas siguen hambrientas, tal como las dejamos hace tres días. Rematamos el día con un snorkling y una cena en cubierta con la luna llena de fondo. Una de esas noches en las que uno piensa y piensa...

Mi cámara fotográfica sigue en huelga. Debo confesar que para un fotógrafo empedernido, un viaje sin cámara sabe a medio viaje. En el otro extremo están los que piensan que hoy en día hay tantas fotos en la red que las nuestras poca cosa aportan. Así que voy a unirme momentáneamente a esta nefasta última opinión y colocaré hoy una foto bajada de la red: los Tobago Cays vistos desde una avioneta.

Tobago Cays Tour
Amanece tranquilo entre cayo y cayo. Esta mañana ponemos rumbo norte, hacia Bequia, la mayor de las Granadinas. Es el comienzo de nuestro trayecto de vuelta. Una vez en Bequia, fondeamos en Admiralty Bay, frente a la población de Port Elizabeth. Esta bahía fue considerada durante mucho tiempo el puerto natural más seguro de todo el este caribeño. Parece ser que el lugar fue la base de famosos piratas como Edward Teach y Henry Morgan.

De tradición ballenera, Bequia es uno de esos pocos lugares en el mundo donde aún se permite la caza de la yubarta siempre que sea por métodos tradicionales. Concretamente, 4 ejemplares al año. No puedo más que escandalizarme: ¿cuándo renunciaremos finalmente a esas matanzas que, con la excusa de que son antiguas y tradicionales, no hacen más que provocar un inmenso dolor en animales superiores? ¿cómo se puede matar a arponazos a un ser tan majestuoso y manso como la ballena, dejándola desangrar hasta la muerte y provocándole entretanto un sufrimiento inimaginable? ¿de verdad hay alguien ahí que estaría dispuesto a apretar el gatillo ante a una imagen como ésta?

martes, 22 de mayo de 2012

Concierto de steel-drums en Union Island

Clifton, Union Island, Grenadines, Saint Vincent. Hoy Mayreau amanece más tranquila, tras un ajetreado domingo con boda incluida. Desayunamos pronto. En la playa de Saline Bay reina la calma. Aprovechamos para dar un paseo y admirar las iguanas verdes que pululan por la arena.

Finalmente, Peter pone rumbo a la pequeña isla de Palm, a media hora de navegación de Mayreau.


Palm Island es una isla-resort, privada, llena de millonarios. Su medio kilómetro cuadrado de superficie da sólo para un hotel de lujo, 20 villas y 5 playas (no tengo ninguna foto de Palm ni de Union: la cámara esos días quedó colapsada, así que recurro por una vez a Google, y os muestro una foto de Palm):



Desembarcamos unas horas en una de sus playas. Hay que confesar que la isla es bonita, pero al Passat y a su tripulación no les interesan los asuntos que se discuten en estas arenas, así que rápidamente ponemos rumbo a Clifton, en la vecina isla de Union.

Union es otra de las islas "grandes" de las Granadinas. Aquí viven unas 3.000 personas volcadas en la industria del turismo y repartidas en dos pueblos: Clifton y Ashton.

Nos apeamos en el muelle de Clifton y acariciamos a los tiburones de su piscina.

Precisamente esta noche, en Ashton, hay un concierto reggae con steel-drums, o tambores metálicos, que no nos vamos a perder. Originales de Trinidad y Tobago, los tambores metálicos son antiguos bidones de acero de petróleo en los que se ha practicado una hendidura principal, a modo de cuenco, posteriormente martilleada en diferentes zonas para que cada una suene con una nota diferente. Pero como es imposible de imaginar lo que quiero decir y menos explicar cómo suenan, aquí os dejo un video de youtube de los steel-drums de Union:

lunes, 21 de mayo de 2012

Mayreau

Mayreau, Grenadines, Saint Vincent. A tan sólo 1 h de navegación de Tobago Cays se encuentra la isla de Mayreau. El Passat llega a media tarde y atraca en Saline Bay, al oeste de la isla.

Mayreau es la más pequeña de las Granadinas habitadas. Sus 300 residentes viven relativamente aislados del mundo en un espacio de tan sólo 4 km2. Puesto que la isla no tiene aeropuerto todo debe llegar vía mar.

En los años 1700 los franceses se establecieron en la isla provistos de esclavos procedentes del este africano para el cultivo del algodón. Al contrario de la mayoría de las islas vecinas cuya propiedad cambiaba continuamente entre Inglaterra y Francia, Mayreau fue siempre francesa, y como resultado, permaneció predominantemente católica. Arriba en la cima de la colina Station Hill todavía persiste una iglesia de piedra que recuerda estas épocas.

Hoy la isla está de fiesta. Se trata de una reunión entre dos grandes familias locales. Han alquilado un velero y se lo están pasando de lo más bien. La música reggae, el baile y las risas resuenan por toda la isla.
Tras cenar a bordo, tomamos tierra en Saline Bay y nos dirigimos en un agradable paseo hasta Station Hill. Allí ha tenido lugar una boda. Los tenderetes en el camino rebosan alegría. La música reggae suena a todo trapo. El ambiente rasta es de lo más auténtico.

domingo, 20 de mayo de 2012

Por fin el Caribe de aguas azules

Isla Jamesby, Tobago Cays, Grenadines, Saint Vincent. La mayor parte de las Antillas no muestran esas aguas azul-turquesa frente a una playa pristina de arena blanca que todos tenemos en la cabeza. No. Son islas con vegetación muy densa, repletas de casas, y con unas playas ciertamente espectaculares, pero cuyas aguas enseguida ganan profundidad, lo que las impregna de un color azul oscuro uniforme sin apenas tonalidades. 

Pero aquí, en las Tobago Cays, el panorama cambia radicalmente. De repente, en ese pequeño grupo de 5 islotes deshabitados, 11 millas al sur de Mustique, aparecen los deseados colores. Peter, el capitán del Passat, decide fondear en Jamesby. Al llegar hay algún que otro yate en la zona, pero se van al atardecer. Nos quedamos solos, en este enclave maravilloso.
Pero eso fue en agosto de 2000. Según Wikipedia, parece ser que el ambiente ha cambiado sensiblemente desde entonces. Leo aterrorizado que hoy en día los Tobago Cays se ven invadidos diariamente por una hordada de yates millonarios, charters del día provenientes de los hoteles de las vecinas Mayreau y Union, submarinistas, pescadores, "boat boys", vamos, de una turistada considerable, ávida de disfrutar de las maravillas de ese pequeño rincón. Hasta 3.000 yates fondean cada año en estas aguas. 

Si en 12 años el lugar ha cambiado tanto, ¿qué va a pasar en los próximos 12, o 25, o 50? ¿realmente vamos a dejar algún lugar virgen a nuestros hijos y nietos? ¿qué ocurrirá cuando los chinos, que son muchos, quieran conocer lugares como Tobago Cays? Desde luego están en su pleno derecho. Sin embargo ¿cómo van a soportar esa enorme presión estos parajes? Son preguntas que me atormentan, y para las cuales solo tengo respuestas negativas. Realmente, me doy cuenta que nuestra generación ha disfrutado la mejor época de la historia de la humanidad para conocer lugares como éste: anteriormente, en la época de nuestros padres, era demasiado caro o arriesgado, y más tarde, ya no existirán. Hay que aprovechar este presente tan excepcional, mientras podamos.

viernes, 18 de mayo de 2012

Mustique, la isla de los famosos

Mustique, Saint Vincent and the Grenadines. Después de navegar 15 millas rumbo sur desde Kingstown, la capital del país, fondeamos en Britannia Bay, en las isla de Mustique, frente al Basil's Bar (foto), un peculiar chiringuito donde de bien seguro tomaremos una piña colada esta misma noche.


Mustique, de 6 km2 de superficie, es una de las islas privadas de las Granadinas. Es propiedad de la Mustique Company, la cual a su vez, pertenece a los propietarios de su centenar de terrenos y villas. Se trata de uno de esos lugares exclusivos escogidos por los famosos para su segunda residencia. Aquí tienen casa (o han tenido) Mick Jagger, David Bowie, Amy Winehouse o la princesa Margarita de Inglaterra, entre otros. 

Dicen que el Basil's Bar es uno de los mejores bares del mundo, o al menos eso pone en internet...mirad sino:

Basil's Bar has been voted one of the best bars in the world and, with the occasional celebrity dropping in for a cocktail and a bite, you may find yourself doing a little star gazing!

La verdad es que la piña colada estaba de muerte. Famosos...no vi ninguno.