domingo, 26 de mayo de 2013

Milos

Milos, Islas Cícladas, Grecia. En un lugar de esta isla, hace aproximadamente dos siglos, el campesino Yórgos Kendrotás encontraba una estatua partida en dos de una hermosa mujer, labrada en mármol blanco, y esculpida por un artista griego allá por los años 100 antes de Cristo. El navegante francés Dumond d'Urville, que casualmente se hallaba en la isla, intentó comprarla al afortunado campesino pero aquél no llevaba suficiente dinero consigo, así que arregló la compra a través del embajador francés en Istambul. Un año después la estatua ya estaba en Francia, en el museo del Louvre, sobre un pedestal que leía Venus de Milo.

Aparte de ser la cuna de una de las estatuas más famosas del arte mundial, Milos es una bella Cíclada de origen volcánico, llena de formaciones rocosas de piedra blanca que llegan hasta el mar y de playas de arena blanca deslumbrante. 

Procedentes de Folegandros, bordeamos primero las costas sur y oeste de la isla, disfrutando de las grutas y farallones rocosos entre aguas turquesas.





De repente, entre las paredes rocosas, oímos los chirridos de un ave: es un halcón de Eleonor, una rapaz endémica de las islas del Mediterráneo, que acude raudo a su nido para alimentar a los polluelos.

Tras bordear la costa oeste, nos dirigimos al interior de la isla a través de su enorme golfo en donde se encuentra, al final, el puerto de Adamantas. Atracamos y cogemos un bus hasta la capital, Plaka, ubicada en lo alto de un acantilado.

Desde allí, la vista del golfo y de los islotes cercanos es espectacular.

El resto de la tarde consiste en agradables paseos por entre iglesias y callejuelas llenas de flores y gatos.



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