sábado, 27 de julio de 2013

Manihi

Manihi, Archipiélago de las Tuamotu, Polinesia Francesa. Hace 20 años que no ha habido un temporal de Mara’amu (viento polinésico del este) tan largo como éste. Dicen los locales que el viento se instaló a principios de este mes de Julio y que desde entonces no ha parado de soplar con una rabia fuera de lo normal.

Esta mañana he salido de Tikehau con destino a Manihi, mi segundo atolón en este viaje. Situado a medio camino entre Tahiti y las Marquesas, Manihi es conocido principalmente por su producción perlera, aunque con la crisis han cerrado muchas granjas. Me alojo en una pensión familiar, el Nahihi Paradise, en un motu aislado, a 45 minutos de barca del aeropuerto.



Debido al viento y al mal tiempo, el nivel del agua del lagon ha subido desmesuradamente con lo que el piso del muelle se encuentra bajo el agua y debo acceder al bote descalzo. Una vez a bordo, Vaiana, la patrona de la pensión que ha venido a buscarme, me dice que debe parar un momento en el pueblo, Paeua, para hacer la compra. 

El trayecto resulta una auténtica lucha contra la naturaleza: viento y olas golpeando duramente la panza de la barca y propinándome una ducha a cada sopetón. Aaahhh las dulces vacaciones en el paraíso. Por fin llegamos a Paeua. Unos niños disfrutan del nivel alto del agua y chapotean por el muelle inundado.



El segundo tramo del trayecto en barca hasta la pensión dura media hora más, pero transcurre algo más tranquilamente, bordeando la costa protegida del viento. Los paisajes que se suceden son de una belleza infinita: la luz del atardecer tiñe de tonos naranjas las palmeras que van locas despeinadas por el viento. En primer plano, el azul turquesa del lagon. De fondo, el azul oscuro del moana, el océano, casi negro, cuyas olas, altas, enormes, rompen con ira sobre el arrecife.

En la pensión hay 3 bungalows, y yo soy el único inquilino. Con este tiempo, nadie osa acercarse por aquí. Nanihi Paradise, se llama. Aquí no hay ni wifi, ni TV, ni agua caliente. Solo Vaiana (la patrona), Veronique (una amiga suya), el bueno de Misty (una especie de gos d'atura), multitud de cangrejos, y los inofensivos (pero grandes) tiburones punta-negra merodeando por el pontón.

Creo que mañana va a ser otro día de coqueteo con los cangrejos ermitaños.

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