martes, 17 de diciembre de 2013

Menorca




Menorca, Islas Baleares. 
Menorca es la isla balear que mejor ha sabido conservar su paisaje. Quizás por haber sido británica durante casi todo el siglo XVIII y haber heredado de ese pueblo una mayor sensatez, o tal vez porque la fuerte tramuntana que aquí sopla a menudo no la hace tan placentera como a sus vecinas, o quizás (y más probablemente) porque gracias a su potente industria del calzado y agrícola, fue más autosuficiente que sus hermanas baleares y no se metió en eso del turismo hasta mucho más tarde. Sea por la razón que fuere, lo cierto es que da gusto disfrutar de sus calas y playas vírgenes, sus bosques mediterráneos y sus pueblecitos auténticos, sin olvida, cómo no, saborear su estupenda caldereta de langosta o sus quesos DO Mahón-Menorca.
Mi primera visita a la isla tuvo lugar en 1974, en ocasión del viaje de final de COU. Nos alojamos en Binibeca, cerca del Cap d'En Font, en el sur. Fue la primera vez que iba a una isla, nunca antes había pisado ninguna otra. Todo un hito para alguien que acabaría escribiendo un blog sobre islas.

Aparte de los lógicos recuerdos de juventud con los compañeros de clase, hubo un hecho que sin duda me impactó mucho: la visión, por primera vez, de una playa con aguas azul turquesa transparentes. Hasta entonces, solo había visto esos colores en cromos o en fotos. Creo que la belleza de las tonalidades azul-verdosas de esa cala de Binibeca (foto de Internet) prendieron mella en mí e hicieron que, desde aquel día, las buscase por todo el mundo.


Desde aquel primer contacto con la isla he regresado en tres ocasiones, siempre a lugares concretos. Como Fornells, uno de los enclaves más turísticos, en el norte. Protegido por un puerto natural y flanqueado por una torre de defensa británica del 1801, Fornells cuenta con una población invernal que no llega a los 600 habitantes. Pero desde hace tiempo, Fornells es destino vacacional de muchos barceloneses, con lo que el pequeño pueblo triplica su población durante el verano.



Durante el siglo XVIII la defensa costera menorquina fue una necesidad de primer orden por lo que españoles e ingleses crearon una red de torres que controlaban los parajes de la costa en los que más fácilmente podía desembarcar el enemigo, normalmente piratas africanos, griegos y turcos. De las 15 que se construyeron solo una ha desaparecido, las otras 14 están en pie en diferentes estados de conservación, como esta de la Illa d'en Colom, en la costa este.

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