sábado, 17 de agosto de 2013

Hasta luego Polinesia

Papeete, Tahiti, Polinesia Francesa. Como si de un regalo de despedida se tratase, el vuelo de retorno a Papeete desde Raiatea me obsequia con una de las vistas que más me gustan de esta tierra: el atardecer en el aeropuerto, con los aviones a hélice de Air Tahiti en primer plano y los rayos de sol de fondo buscando su camino hasta tierra por entre las montañas de Moorea. Me quedo un rato en la pista, hipnotizado, alargando ese momento, como queriéndolo retener en mi retina, hasta que un empleado de la compañía me indica amablemente que me vaya.

Este es mi último atardecer antes de tomar el vuelo de retorno a España esta noche. En Papeete, unos amigos me han venido a buscar al aeropuerto y se quedan conmigo hasta la hora de embarcar. Nos vamos al centro. Las últimas luces iluminan la catedral. Cenamos un atún crudo en las roulottes de la plaza delante el muelle.

Sé que volveré, pero en esta ocasión algo me dice que pasará un cierto tiempo. ¿Por qué? No lo sé, intuición. Quizás la repuesta se halle al otro lado del horizonte...

martes, 13 de agosto de 2013

Huahine bajo la lluvia


Huahine, Polinesia Francesa. Día nublado y lluvioso para nuestra travesía de Raiatea a Huahine.

Viendo el vaso medio lleno en lugar de medio vacío, la verdad es que las nubes y el mal tiempo ofrecen una perspectiva de la Polinesia a la vez diferente e interesante. 


Una vez en tierra, un local de nombre Joselito nos lleva en su van para hacer el tour-de-l'île. Yo me siento delante, para poder hablar un poco más con él. 

Llegamos al belvedère desde donde se divisa la bahía que separa las dos islas que forman Huahine, Huahine Nui y Huahine Iti.  

Un martín pescador nos da la bienvenida con su cháchara característica. Se lo comento a Joselito que acto seguido me afirma que aquí no hay martines pescadores.
¿Cómo que no? acabo de ver uno -le contradigo. Ah non, moi je sais eh? à Huahine il y a pas de martin pêcheurs. Me callo, pero os aseguro una cosa, si en algo no me equivoco es en eso de identificar aves: son muchos años. Con lo que saco la conclusión de que es un mito eso de que los locales saben de su naturaleza más que nadie. Es como el de la pensión de Bora, que soplase de donde soplase el viento siempre decía que era vent du sud.


A mitad de camino nuestro Joselito hace un alto para dar de comer a una colonia de anguilas gigantes que viven en la desembocadura de un riachuelo. Es curioso...piden como un perrito:


Más adelante nos detenemos delante las tumbas de los 20 marineros y soldados franceses del navío L'Uranie, muertos en 1846 en una batalla contra los habitantes de la isla. Por desgracia no sabemos cuántas bajas de mahoies hubo, pero seguro que fueron unas cuantas más. Es por eso que Joselito, fiel a sus tupuna (antepasados) ni siquiera lo menciona en sus explicaciones. Concluyo que más bien lo considera un insulto hacia los suyos.

Proseguimos hacia el norte. Allí se encuentra un importante complejo de maraes (templos polinésicos). Un gran fare (cabaña) hace las veces de museo.




La visita a la isla termina en el pueblo principal, Fare. Allí, en su muelle, los niños se zambullen una y otra vez en sus aguas azules y transparentes.

Fin de la journée. Regresamos viento en popa a Raiatea. Fuera llueve y el mar está movido. Me encierro en mi camarote, me pongo los cascos y escucho a las Mamzelles cantar aquello de que si tu vius al trote i jo visc al galope, doncs quina pena! De veritaat-a-a-á! Qué gran verdad.

lunes, 12 de agosto de 2013

Raiatea, la isla sagrada

Raiatea, Polinesia Francesa. Hoy toca excursión terrestre por la isla de Raiatea, apodada isla sagrada por ser el antiguo centro del culto polinésico. François, un francés afincado en Uturoa desde hace 20 años, nos propone el tour-de-l'île en su van. Comenzamos por una granja agrícola ecológica, con una plantación de vainilla cuyo producto ha ganado este año el primer premio en la feria de París:

El encargado nos muestra orgulloso sus vainas, cuyo aroma se percibe a distancia.





La obtención de la vainilla es el resultado de un proceso largo y tedioso. Por de pronto, la polinización debe realizarse manualmente, flor por flor.
Resulta que la planta procede originalmente de Méjico, y solo allí vive la única especie de abeja que puede polinizarla de un modo natural. Cosas del Darwinismo. Muy naivamente, los franceses trajeron la avispa amarilla de la Reunión pensando que ella podría contribuir a esta tarea. Resultó que no solo no polinizó la vainilla sino que además hoy esa avispa es una plaga en toda Polinesia.

Además las vainas deben dejarse al sol durante el día (ennegrecimiento) y envolverlas en un trapo por la noche (sudado) durante dos semanas. A continuación hay que dejarlas secar varios meses. Hoy las vainillas de Raiatea y Taha son las más preciadas por los mejores chefs de todo el mundo. Su precio es superado solo por el del azafrán.

Su pariente, la vainilla Bourbon de la Reunión y Madagascar (derecha en la foto) contiene mucha más vainilina, pero carece de toda la variedad de anisil-derivados de la tahitiana, con lo que resulta menos aromática.

Todavía con el aroma de la vainilla en nuestras pituitarias, proseguimos la vuelta a la isla dirección sur, donde se halla el fantástico complejo de culto de Taputapuatea. Aquí se encuentran los maraes más grandes de toda la Polinesia.


El lugar está envuelto de un aire de misterio ¿Cuántos sacrificios humanos para complacer a los dioses habrán visto estas piedras?

Más adelante François hace un alto en un lugar con una excelente vista. Todos bajamos a hacer la foto de turno.

En el trayecto, de repente me llama la atención una palmera de aspecto extraño. Le pregunto a François qué es. Me dice que es el repetidor de internet de la isla. ¡Qué original! En lugar de construir la clásica antena fría y fea, a alguien se le ocurrió "disfrazarla" de palmera, de modo que conjuntase con el paisaje, ¡genial! Vamos, como Benidorm, pero al revés.

La excursión toca a su fin: tenemos que estar de vuelta en el muelle a mediodía. El Faunotea pone rumbo a un motu vecino que me hace pensar en "Robinson crusoe". Allí, rodeado de inofensivos tiburones punta-negra, comemos un buen tartar de atún como plato principal y un helado de taro de postre.

domingo, 11 de agosto de 2013

Navegando de Bora Bora a Raiatea

Raiatea, Polinesia Francesa. Esta mañana, tras elevar anclas en la calmada bahía Matira de Bora Bora, el Fanoeta pone rumbo a Vaitapé, el pueblo principal de la isla.

Vaitapé está triste: no solo han finalizado las festividades del Heiva i Bora Bora (las de la isla) y del Heiva Raromatai (las de entre-islas) sino que además anteayer hubo una desgracia: un cortocircuito en una de las baraques desató un incendio que arrasó con 4 de ellas. Afortunadamente no hubo daños personales, pero 4 de esas obras de arte se transformaron en humo para siempre.

El capitán nos concede solo una hora de visita. Qué pena, no me da tiempo de ir a saludar a Rosina, así que merodeamos un rato por la calle principal y acompaño a mis compañeros de barco al supermercado.

A continuación zarpamos para Raiatea. En la passe Teavanui las olas rompen con furia:

Desde el océano las olas rompen contra el arrecife por delante nuestro dando una perspectiva nueva.


Al llegar a Raiatea, penetramos por la passe Rautoanui y fondeamos dentro del lagon, frente a Uturoa, cerca del motu Ofetaro. El Ote Manu de Bora, omnipresente, nos vigila de lejos.

Y también la isla de Raiatea, que queda iluminada por los últimos rayos de sol de este día de navegación.

Hoy la puesta de sol no ha sido espectacular, pero al cabo de un rato, durante solo 5 minutos, han aparecido unos reflejos rojos carmesí en las nubes como no recuerdo haberlos visto nunca: ¡qué belleza!

sábado, 10 de agosto de 2013

Segundo día de navegación por la Perla del Pacífico

Bora Bora, Polinesia Francesa. Amanece despejado delante del St. Régis. Sus inquilinos, multimillonarios, todavía duermen...y se pierden la maravillosa tonalidad crimson del volcán iluminado por las primeras luces del día.

Nosotros vamos a bucear con las mantarrayas a primera hora, para estar solos. O eso pretendíamos: efectivamente somos los únicos, pero el agua está turbia y hay una corriente importante, con lo que no vemos ni una.

Al acabar de almorzar el capitán del Faunotea pone rumbo a Punta Matira por el este, en sentido contrario a las agujas del reloj. Punta Matira queda aquí al lado, a menos de media milla, pero debido a la poca profundidad de las aguas en esta zona no podemos alcanzarla directamente y debemos circundar toda la isla. Aprovechamos para hacer una "regata" con los otros dos catamaranes que nos acompañan.




Nuestro capitán, que es un fiera, hace que se imponga nuestro barco. Mientras tanto, aprovechamos para hacernos alguna fotografía con este maravilloso telón de fondo que son el lagon y el Ote Manu.



Una vez en Matira, fondeamos en la tranquila bahía que queda frente a las antiguas instalaciones del hotel Bora Bora, primero en construirse en la isla y cerrado desde hace 4 años. Allí esperamos tranquilamente la puesta de sol.

Al oeste, el inconfundible perfil multiescalonado de Maupiti, mi querida y amada Maupiti donde hace dos años decidí afincarme tres semanas. Si os apetece, podéis pinchar aquí y de ahí a sucesivos posts para ver cómo me fue.

jueves, 8 de agosto de 2013

Bora Bora desde el mar

Bora Bora, Polinesia Francesa. A eso de las 9 de la mañana el capitán del Fanotea pone rumbo desde Raiatea hacia Bora Bora. Salimos por la passe de Rautoanui, en el oeste. Por fin el primer contacto con te moana, el gran océano. Hasta luego turquesas y esmeraldas del lagon. Hola azul profundo.


Ayudados por los aliseos que nos empujan desde popa, alcanzamos Bora Bora en algo menos de 3 horas. Una familia de ballenas yubarta hace guardia en la passe de Teavanui, la única de la isla.

Una vez dentro del lagon, vuelven a imperar los turquesas, esta vez todavía con más brío pues es bien sabido que esta isla produce los colores de lagon más impresionantes del planeta.

Seguidamente fondeamos delante del motu Toopua para darnos unos baños entre rayas y tiburones.


Al mediodía el Fanotea pone rumbo al otro lado de la isla bordeando la costa oeste. El lugar elegido por el capitán es frente al hotel St. Régis, el más lujoso de Bora Bora. 
En él la suite Royal Estate cuesta la friolera de 10.700 € la noche, y el bungalow más barato no baja de los 1.000 €. No es de extrañar, por tanto, que a menudo haya un jet aparcado en el aeropuerto de la isla, seguramente de algún jeque, sultán, marajá...¡o futbolista!

Nosotros disfrutaremos de un atardecer mucho más "asequible" que el de los inquilinos de al lado. Y encima estaremos solitos, sin vecinos.